La Reina*

Philip Vaughan

Se cuenta de un rey que un día decidió tener un heredero, así que los meses posteriores a su decisión los dedicó a la búsqueda de la mujer perfecta para tal encargo. Conoció a una joven en la que identificó lo necesario para ser la madre de un príncipe. Cierta vez realizando los preparativos para la boda, la mujer escuchó una conversación: 

     – Bella es, pero ¿qué más habéosle visto que os has enamorado?
     – ¿Enamorado? No, eso no querido amigo; lo que me interesa es que me de un hijo – contestó el rey

La joven corrió lejos del castillo con todo el desencanto que es posible arrastrar; en su camino encontró a una anciana que la consoló y le obsequió un menjurje que cambiaría su vida, siempre y cuando lo tomará diario hasta el día de su boda.

Llegó la noche de bodas, y mientras el rey besaba los suaves labios y probaba la dulce piel de su esposa, se empezó a transformar en una cansada anciana de piel cuarteada; en tanto, la joven adquiría la forma de él. Fue en ese momento, que aquella mujer se convirtió en la Reina,  bajo la figura de su amado rey.

*Participante en el

VII Diomedea

Crisis capilar

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“La mujer es un ser con grandes melenas y pequeñas ideas”
Schopenhauer 

Esa era precisamente la frase que estaba leyendo cuando de entre el ruido de las secadoras se escuchó un timbre telefónico; en un trío de amigos una vocecita contesto… 

          Hola mi amor…
          En el salón de belleza aún, llevó tres horas, había mucha gente pero ya me están atendiendo.

En efecto, tenía tanto papel aluminio encima que casi podría jurar que captaba la señal de televisión por cable. 

          Me estoy haciendo una mechas…
          Ay cielo, pues son de color rubio claro…
          ¡No cómo crees!, mil perdones, yo creo que si te gustarán… 

Al colgar, la angustia se reflejó en su rostro y le dijo a sus amigos que estaba entrando en una crisis. Su novio le había dicho que esas cosas que se hacen las mujeres en el cabello son una decisión de pareja y que si no le gustaban la iba a dejar. A punto del llanto y con gesto piadoso, voltea a ver al estilista y le dice que si puede arreglarlo si no quedaran bien. El estilista le dice que sí, que confié, que le va a quedar divino y su novio no la va a dejar.  

Yo que me empezaba a odiar a Schopenhauer, pero al presenciar tal «crisis» si hubiera podido, le estrecho la mano y le digo que en éste caso tenía la boca atascada de razón.